Esta es la tercera entrega de una trilogía de artículos con distintos ángulos del mismo problema. Si te las perdiste, aquí están la primera y la segunda.

Cuando Mao Zedong decidió acabar con los gorriones en China para que no se comiesen el grano, los insectos camparon a sus anchas y dieron lugar a la Gran Hambruna China.
Nos lo recuerda Mónica Fernández-Aceytuno en su conversación en Kapital con
. También nos cuenta que un murciélago caza 500 insectos por hora. Pero están muriendo de forma acelerada por la proliferación de líneas de alta tensión, que podrían construirse cerca de los centros de consumo en lugar de hacerlo en el medio rural, aunque serían menos rentables para las compañías eléctricas, que no pagan los pesticidas. “Conviertes todo el paisaje en un mallado, en una tela de araña electrificada”.Pobres murciélagos, pobre paisaje, ¿o pobres nosotros?
Dice el Secretario General de la ONU, António Guterres, que estamos en una «guerra insensata y suicida contra la naturaleza». Como no nos cuesta, la damos por hecho y la hemos convertido en un recurso gratuito en nuestro plan del planeta, cuando la Naturaleza es muchísimo más.
No es sólo un problema de combustibles fósiles. Estamos construyendo el modelo de renovables invadiendo el campo, por delante de otras opciones, quizás menos rentables en el corto plazo aunque mucho más respetuosas y sostenibles, como aprovechar los tejados.
Y es que hemos perdido el respeto a la naturaleza de nuestros antiguos. “No hagas daño a las plantas ni a los animales”, le decía mi abuelo a mi padre. Hemos perdido el conocimiento de que dependemos de la naturaleza. Hemos perdido la sensibilidad.
Mónica Fernández-Aceytuno lo explica muy bien:
La naturaleza es una obra de arte, lleva la firma invisible del azar. Cuando tú destruyes un bosque no lo puedes reconstruir. El bosque primario es el que no lleva la firma de la mano humana, sino del pájaro, del azar, del tiempo…
Si tienes que volver a plantar un bosque no te va a salir ese bosque, no va a ser lo mismo. No hay vuelta atrás, se destruye una biosfera que llevó millones de años.
Y diferencia cosas tan obvias que sorprende no haberse dado cuenta antes:
Una cosa es el Planeta Tierra y otra es la Naturaleza.
El Planeta Tierra es un pedrusco que da vueltas, es tosco, es bastante brusco, es muy bestia
Pero la naturaleza, la vida, es muy delicada... cualquier cosa, te fijas en una mariposa...
Hemos tenido la fortuna de construir nuestra civilización sobre un hábitat privilegiado. Pero hemos llegado al punto en el que nuestro sistema lo está poniendo en peligro.
Seamos conscientes de que, como Mónica resume, “estamos de paso”:
El 99,99% de las especies se han extinguido ya. Sobre la tierra se han ido "dando la vez" las especies. Casi todo lo que ha existido se ha extinguido. No hay sitio en la Tierra para toda la biodiversidad a la vez.
Aunque no parece que ninguna especie haya llegado al dominio del entorno como ha logrado la nuestra. ¿Estamos condenados al mismo fin? Mónica nos proporciona más “food for thought”:
Somos el único animal sobre la Tierra que escribe. Almacenamos información. Eso nos ha llevado a un alejamiento de la naturaleza.
Somos superiores intelectualmente pero una bacteria puede aguantar temperaturas que nosotros no seríamos capaces de aguantar. No hay que confundir inteligencia con supervivencia. Nos podemos morir muy sabios, aquí no hay nadie inmortal.
Nuestra especie es un éxito biológico, pero si acabamos con las especies que nos son contemporáneas y de las que dependemos más de lo que creemos, con los recursos naturales y las condiciones actuales, que nos mantienen sobre la Tierra, avanzamos a mayor velocidad hacia un final.
Con el crecimiento que tenemos y con la Tierra que es limitada, no podemos crecer infinitamente sin tener en cuenta que eso va a tener una consecuencia sobre nuestro bienestar y nuestra vida.
Si contaminamos el agua que vamos a beber, nos contaminamos nosotros…
Dependemos de la naturaleza: es el ecosistema del que formamos parte. De sus condiciones depende la continuidad de nuestra especie. Nuestro sistema de consumo y producción es sólo una parte de un ecosistema mucho mayor. Es una pequeña parte del planeta y del universo.
“El sistema” es sólo una parte de un sistema mucho más grande. Y se nos olvida.
Cualquier plan debe comenzar por la naturaleza. Y preservar sus ecosistemas, que son nuestra primera línea de defensa. Dependemos de los servicios que nos prestan, con sus sumideros naturales contra el cambio climático. De los océanos, de la biosfera, del suelo fértil.
La biodiversidad es nuestra armada, pero está en peligro. Hay que no alterar estos ecosistemas - posiblemente están haciendo mucho más por protegernos que cualquier medida que podamos tomar. Pero el 90% de su pérdida es debida a la extracción y explotación de recursos naturales. Para alimentar “el sistema”.
Somos una especie única, porque hemos desarrollado una herramienta exponencial que a veces parece rivalizar con la naturaleza: la tecnología. Que nos ha llevado a crear una realidad paralela, nuestra Matrix, tan poderosa como peligrosa, porque nos ha creado la ficción de que podemos vivir al margen de los ecosistemas naturales y los servicios que nos prestan.
Pero sin la naturaleza no somos nada. Nuestra dopamina y nuestros modelos de negocio no sirven de nada. La tecnología debe reforzarla y ayudar a que prospere. Y dejar de empeñarse en competir ofreciendo un mundo alternativo de plástico y pantallas. Complementarla suma, sustituirla puede acabar con nosotros.
Tenemos que encontrar un equilibrio entre nuestra tecnología y la naturaleza, y prosperaremos con ambas. Recuperar esa intuición de los antiguos de escuchar a nuestro entorno, sin que ello nos impida disfrutar de nuestros avances, asegurando que lo respetan.
Como cuenta
al reflexionar sobre la relación de los incas con el entorno del Macchu Picchu frente a la cultura extractiva que ha vivido en primera persona: “no hace falta que de la noche a la mañana pasemos a venerar las montañas, pero sí que recuperemos esa intuición premoderna que nos dice que somos un componente más de un ecosistema que está vivo”.Estamos jugando con fuego. Cada vez que desaparece un bosque o una barrera de coral damos un paso más en un proceso también exponencial. Que nos acerca a límites irreversibles, puntos de no retorno para el clima y la naturaleza tal como los conocemos.
La belleza de la naturaleza no sólo nos atrae. Conecta con nuestro instinto y nos está enviando un mensaje: si queremos que siga así, tenemos que usar nuestro poder y tecnología de forma más respetuosa. Crecer por crecer no lleva a ningún lado. El crecimiento descontrolado es el cáncer. Dejemos de alimentar el sistema.
Todo sistema tiene una fecha de caducidad, aunque no esté escrita. Está en nuestras manos decidir si queremos cambiarlo o dejarlo así y que nos arrastre en su fin. Cambiar lo lineal por circular, lo finito por renovable, los beneficios individuales por el bien común, la frustración por la satisfacción.
Mónica Fernández-Aceytuno habla de comedimiento, como forma de “seguir adelante, pero de otra manera”:
Me gusta mucho hablar de comedimiento - ser comedidos, medir que hacemos, los actos, las consecuencias - en vez de decrecimiento. Decrecimiento suena mal, suena como ir hacia atrás, y eso no le gusta a nadie.
El ruido del sistema no ayuda a ser comedidos. Nos mantiene en la inercia y siembra confusión a los que se hacen preguntas. Para mantenerlos en la conspiración del consumismo.
Hay que limpiar el ruido. Escuchar los cantos de los gorriones. Que son un indicio de que algo estaremos haciendo bien. Como resume Mónica, mañana es tarde.
Excelente... Necesitamos muchas llamadas de atención, todos debemos ayudar a sembrar conciencia, sobre todo a las nuevas generaciones. Es nuestro legado por la supervivencia.
Muchas gracias por la mención, José María, es un honor.
Y enhorabuena por el cierre de esta serie de tres artículos. Para fomentar un diálogo más saludable entre la sociedad moderna y la naturaleza, es clave entender los conflictos actuales.
Con ganas de ver qué viene a continuación.