Tras décadas de paciencia y desarrollo gradual, la revolución de las energías renovables, encabezada por la energía solar, ha pasado del campo de la esperanza al de la ventaja competitiva exponencial.
Como veterano de “la revolución digital”, me llama la atención el paralelismo entre los inicios de internet y esta aceleración de las energías renovables. Ha llegado la revolución solar. Y ha disparado la revolución renovable.
Así lo ha visto también el prestigioso Rocky Mountain Institute (RMI), que, en su reciente informe The Cleantech Revolution, lectura muy recomendada, lo muestra gráficamente.
A lo largo del informe detallan por qué. Comparto algunas entre muchas pistas:
Las energías renovables han alcanzado unas curvas de aprendizaje en costes superiores a las energías fósiles, y sólo están comenzando.
Ya son de hecho las energías con mayor velocidad de adopción de la historia:
Y un crecimiento que está batiendo pronósticos un año tras otro:
La energía solar es la energía que lidera esta revolución, y se espera que se convierta en la principal fuente de generación de electricidad en muy poco tiempo:
¿Hasta dónde puede llegar esta revolución?
Teniendo en cuenta que aún sólo se consume en forma de electricidad el 20% de la energía, de la que sólo el 30% es renovable, queda mucho camino por avanzar. La buena noticia es que esto puede ocurrir mucho más rápido de lo que nos imaginamos.
Y es que las renovables están creciendo exponencialmente. La generación de energía solar ya se está duplicando cada 2-3 años, y la capacidad de almacenamiento de baterías cada año.
Placas solares y baterías recuerdan la dinámica que vimos en la revolución digital, impulsada por la Ley de Moore, por la que aproximadamente cada 2 años se duplica el número de transistores en un microprocesador. Aunque técnicamente no se trate de la misma ley, el efecto es el mismo: duplicar capacidad a la vez que reducir costes.
Una nueva era
Hemos comenzado una nueva era, la de la revolución renovable. Las propias proyecciones del RMI apuntan a que estamos en la década del Peak Oil, punto en la que la demanda de energías fósiles cae, como ya está pasando en Europa. También estiman que las renovables alcanzarán el 80% de la generación de electricidad en 2050.
Viendo cómo nos ha cambiado internet, conviene empezar a pensar cómo puede ser un mundo impulsado por renovables. Por energía limpia, barata y prácticamente ilimitada. Limpia porque reduce drásticamente las emisiones de carbono que contribuyen al cambio climático. Barata porque, una vez creada la infraestructura, apenas requiere esfuerzo adicional.
Y es que las energías renovables son un regalo de la naturaleza.
El sol sale todos los días. Lo aprovechemos o no. Igual que el movimiento del viento y del agua. La Tierra nos regala energía todos los días y sólo la tenemos que recoger. Sorprende pensar lo mucho que hemos tardado en darnos cuenta e insistimos en extraer recursos finitos, cuyas consecuencias ya conocemos.
Y el sol sale para todos. Y en todas partes. Cualquier habitante del Planeta podrá disfrutar de energía de la misma manera que ahora tiene un dispositivo móvil. Se acabaron las dependencias energéticas y el orden internacional social y económico marcado por los petroestados y la OPEP.
¿La ley del mínimo esfuerzo? ¿Y además es mejor para nosotros y para el Planeta? Too good to be true. Sabe a justicia poética.
Pero, como al principio de la revolución digital, todavía no somos conscientes de la trascendencia de este viaje en el que nos embarcamos.
Cory Doctorow sugiere un cambio de paradigma y replantear nuestra relación con la energía y los materiales:
Como especie, siempre hemos tratado la energía como escasa y los materiales como abundantes, extrayéndolos y convirtiéndolos en residuos. Sin embargo, el funcionamiento de nuestro Planeta es el contrario: recibe una recarga de energía una o dos veces al día, en forma de sol y mareas, pero sólo tenemos “una Tierra” de materiales.
Si la energía es abundante y prácticamente gratis, ¿cuántos materiales necesitamos extraer? Aplicando los principios de la economía circular, nos resultará más barato usar dicha energía renovable para mantener en el sistema los materiales que ya hemos incorporado.
Esta abundancia barata también puede ayudarnos a resolver los problemas de discontinuidad de las energías renovables, más allá de las baterías. Por ejemplo, generando otros tipos de energía que podamos almacenar. Algo que ya se está haciendo con biocombustibles que aprovechan residuos de la economía circular, pero que puede tener sentido para energías emergentes como el hidrógeno. Incluso se habla de generar energía hidroeléctrica desplazando agua durante el día para contar con saltos cuando se oculte el sol.
Para hacer esta revolución realidad, es el momento de invertir en la infraestructura para “recoger” los regalos diarios de la naturaleza. Doctorow lo ilustra en el caso de las baterías:
Estamos en un esfuerzo “one off” de extracción de baterías, pero ya podemos construir baterías que duran 10-15 años con una eficiencia de reciclaje del 90-94%. Para satisfacer la necesidad mundial de almacenamiento de energía necesitaríamos extraer 125m toneladas, que suponen sólo un 1/17 de la extracción anual de combustibles fósiles para la conducción por carretera.
Volver a empezar
La revolución renovable no es una simple sustitución de recursos. Es un regalo de la Naturaleza. Un salvavidas contra el cambio climático, reduciendo emisiones. Pero también mucho más. Su abundancia puede darnos las economías para hacer realidad la economía circular: extraer menos recursos y generar menos residuos. Y para muchas cosas más.
Este regalo nos permite rediseñar nuestra vida en este Planeta y definir un mejor equilibrio entre humanidad, tecnología y naturaleza. Hagamos un buen uso de la abundancia energética que nos espera. No desperdiciemos esta oportunidad para volver a empezar.
¡Gracias por leer Verdades Incómodas!
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