La transición energética, posicionada por algunos como el mayor reto de nuestro tiempo, nos está dando sorpresas en el camino hacia la reducción de emisiones mediante la electrificación.
Ya hay días de sol y viento en España en los que la energía es gratis durante la mayoría de horas. En los que tenemos más electricidad de la podemos consumir, empujada por la energía solar y eólica principalmente. Incluso días en los que su valor es negativo y hay que parar su aportación a la red.
Una segunda sorpresa es que este nuevo poderío energético abre la esperanza de lo que parecía imposible: Poder alcanzar la soberanía energética. La independencia de la energía de terceros y la necesidad de importarla.
Pasar de la dependencia de terceros países con agendas extractivas y consecuencias geopolíticas, como lo demuestra la fijación de los precios del petróleo por la OPEP, a depender de que salga el sol o corra el viento, de la Naturaleza.
Esta fortaleza de las renovables es también su debilidad. ¿Cómo hacer frente a los valles de oferta cuando no hay sol ni viento? ¿Hasta dónde puede crecer la oferta de estas energías para que todo el sistema se alimente de energía eléctrica sin emisiones, y hacer obsoletos al carbón, petróleo, gas?
Lograrlo implica responder a un reto de continuidad y un reto de capacidad.
La continuidad implica asegurar que el sistema cuenta con alternativas para el suministro energético cuando no hay sol ni corrientes de viento o agua que lo sustituyan. Este es el puzzle clásico de las energías renovables.
La capacidad es un reto más nuevo, y un requisito para la transición energética. Si en un modelo de simulación de transición energética, como En-Roads de MIT, se plantean hipótesis agresivas como la transición acelerada de todo el parque de vehículos de combustión a eléctricos, nos sorprenderemos de nuevo: Las emisiones de CO2 se disparan. No hay suficiente capacidad renovable instalada para servir la nueva demanda de electricidad y es necesario que la generen energías contaminantes como el carbón.
Este problema de capacidad se ha agravado recientemente de otra forma, por el propio éxito de las renovables. Paradójicamente, generar energía tan barata no es necesariamente una buena noticia para los que invirtieron en ellas. Precios más bajos son márgenes más bajos, incluso que no haya beneficios. Lo que desincentiva inversiones en nueva capacidad.
Sin embargo, no deberíamos dejar pasar una oportunidad tan buena para el Planeta y nuestros bolsillos por la dificultad de ajustar el cambio de ciclo.
Hay que pensar en grande.
Hay que hacer explotar la demanda y la oferta de energía verde y barata simultáneamente. Más electrificación y más renovables.
En grande piensa Greg Jackson, CEO de Octopus Energy. Como compartió en South Summit, “nunca la energía ha sido tan barata”. Y llama a repensar por completo el sistema eléctrico.
Resolver el problema de continuidad pasa por almacenar la energía que se produce de forma renovable y complementar con otras fuentes que suplan sus valles.
Estamos en la primera fase de un boom del almacenamiento y las baterías para resolverlo. Y no se trata sólo de los recursos del sistema eléctrico. Cada uno en su propio hogar puede almacenar energía generada desde sus placas y volcarla al sistema, en un diseño de red cada vez más inteligente y flexible.
Un complemento adicional puede ser la energía nuclear, sin emisiones de CO2 y con capacidad de generación de forma estable y previsible. Y opera de forma complementaria: Escalones de gran capacidad que se añaden en bloque tras varios años de construcción, asegurando más electricidad barata en la red. Ya vemos un proceso de renovación hacia plantas más pequeñas y ciclos de construcción más rápidos, como su desarrollo acelerado en China, o como complemento a data centers de AI, como está haciendo Amazon.
Tenemos por tanto los ingredientes para seguir añadiendo capacidad de energía barata en la red. ¿Habrá suficiente demanda para absorber tanta energía, y por tanto incentivar la inversión?
Si tenemos en cuenta que a fecha de hoy sólo el 20% del consumo mundial de energía es electricidad y sólo el 30% de la producción de electricidad se ha generado vía renovables, hay sitio para mucha más capacidad. En torno al 90%. Es de hecho necesaria para poder discontinuar el consumo de combustibles fósiles. Y seguir proporcionando energía a todos los que todavía no tienen acceso a ella.
También en South Summit, Manuel Fernández Ordoñez, de la Sociedad Nuclear Española, apuntaba la clave para conseguirlo: Hay que hacer que la energía limpia sea más barata, más que centrarse en hacer los combustibles más caros. Acelerar la transición energética vía precio.
Tenemos datos para creerlo. Como decía Greg Jackson, la energía es más barata que nunca. Y cualquiera puede producirla. Una red en la que cualquiera puede volcar la energía que genera y no necesita. En la que cualquiera puede realizar un upgrade doméstico donde placas solares y baterías garanticen un primer nivel de autoconsumo a partir del cual generen y almacenen también para el resto de la red.
Parece un buen caldo de cultivo para reinventar el sistema energético. Para inspirar a investigadores y emprendedores a sorprendernos. Que no es el mismo sistema ya que sus piezas claves han cambiado y ofrecen nuevas posibilidades. ¿Se podrá electrificar todo? ¿De forma limpia y renovable? ¿Con qué modelos de negocio y tarificación? ¿Se parecerá la energía del futuro a la tarifa plana del WiFi?
Hay que pensar en grande sin miedo a pensar desde cero. Tal vez consigamos que la energía siga los ciclos de la Naturaleza. Y salga casi tan barata como el sol o el viento.