Un hito de nuestra historia reciente fue la llegada en diciembre de 1978 de una pareja de osos panda al Zoo de Madrid. No sólo pasó a ser uno de los primeros zoológicos del mundo con estos ejemplares, sino que además se convirtieron en animales icono para varias generaciones.
El oso panda, a diferencia de otras especies, guarda una gran similitud entre la realidad y su representación en dibujos animados, sin requerir de manierismos que los alejen de su aspecto natural. Incluso la Reina Sofía los abrazó como si fuesen peluches. No es de extrañar la popularidad que desde entonces les acompaña.
Y es que vivimos en una sociedad en la que descubrimos a los animales en su versión como dibujo animado. Se cuenta que hay niños que, sobreexpuestos a todo tipo de personajes de identidad animal en las pantallas con las que pasan el día, se asustan cuando por fin conocen a los animales reales. Tal vez nos extrañe que ocurra con los pandas, pero no con los cerdos, donde la licencia creativa suele ser superior.
Valga este ejemplo para reflexionar sobre nuestra relación con la Naturaleza. ¿Nos hemos acostumbrado a “dibujar” la Naturaleza y verla como una parte de la visión del mundo que nos hemos creado, o a verla como realmente es, y actuar en consecuencia?
Conforme al Stockholm Resilience Center, hemos superado 6 de los 9 “límites planetarios”, que. interconectados, mantienen a la Tierra en equilibrio. Además del cambio climático, dichos límites incluyen otros indicadores clave que monitorizan los flujos bioquímicos, la biodiversidad, el agua dulce o el uso del suelo, entre otros.
Nuestro Planeta es cada vez más el resultado de la acción humana y su expansión sin límites. Estamos explotando los recursos de la Tierra para seguir creciendo el mundo artificial que hemos construido sobre la Naturaleza, a la que hemos venido considerando más como un recurso a explotar que como un ecosistema que nos beneficia y al que tenemos que potenciar y sumar.
Ya es conocido el “Earth Overshoot Day”, o día del año en el que la Humanidad alcanza el consumo de todo lo que produce la Tierra en ese año. En 2023 este se produjo el 2 de agosto, lo que, visto de otra forma, indica que como Humanidad consumimos recursos equivalentes a la producción anual de 1,7 “Tierras”. Este día se adelantaría significativamente si el nivel de consumo de recursos de todos los habitantes del Planeta fuese el que se produce en las sociedades de mayor desarrollo económico (si te intriga cuántas “Tierras” al año necesitaríamos si todos viviésemos con tu nivel de vida, completa este cuestionario).
Todo esto ha llevado a considerar que estamos viviendo en una nueva era geológica, el Antropoceno, en la que la acción humana es ya la principal responsable de los cambios en el Planeta. De hecho, desde 2020 vivimos en un Planeta en el que el peso de lo fabricado por la Humanidad, conocido como “Masa Antropogénica”, supera al de la biomasa viva global, o aquello “fabricado por la Naturaleza”.
Se estima, de hecho, que dicha masa antropogénica triplicará a la materia viva en 2040. Parece que como Humanidad, pese a suponer solamente un 0,01% de dicha materia viva, nos hemos erigido en “los amos del Universo” y estamos construyendo una nueva realidad sobre la Tierra, que ha ido pasando de adaptarse a sus recursos a prevalecer cada vez más, tal vez dando por descontado todo lo que el Planeta nos proporciona para nuestra vida y bienestar, que estamos poniendo en peligro.
Es como si continuásemos siendo esos niños que disfrutaban viendo los dibujos animados de los tres cerditos, sin molestarse en conocer a los animales en su entorno natural. Para los que lo más cercano a un cerdo real en sus vidas era Babe.
Tal vez también nosotros vivimos en un entorno paralelo, una especie de Matrix que seguimos creciendo y perfeccionando, alejada de la Naturaleza, a la que vamos arrinconando y llevando al límite.
Tal vez cuando pensamos en la Naturaleza lo hacemos en los parques naturales que visitamos u otros parajes en los que pasamos nuestra vacaciones, con frecuencia rodeados de otros turistas. Pero no en los cementerios de ropa en Atacama o de chatarra electrónica en Ghana, o en los ríos contaminados junto a las fábricas chinas, los lagos secos como el Mar de Aral o el “mar de plástico” del Pacífico. Lo que no vemos parece no existir.
Mientras nuestra Matrix cada vez nos hace más dependientes de sus pantallas y nos proporciona la apariencia de que todo está bien y seguimos en pleno desarrollo, la Naturaleza nos va enviando avisos.
Y aunque la Naturaleza es poderosísima, se está haciendo cada vez más pequeña y, si falla, el resto caerá. Quizás se defienda, sea capaz de mutar a un nuevo equilibrio, pero nada nos garantiza que este sea compatible con la vida humana.
O somos capaces, no sólo de preservarla, sino de regenerarla y restablecer un equilibrio con lo que nos da el Planeta y damos por descontado, o nuestra Matrix acabará cayendo como un decorado de cartón, por muchas VisionPro que llevemos puestas.
Hay que tomar la píldora verde que nos reconecte con la Naturaleza. Que nos dé la claridad de ideas para entender cómo funciona, qué necesita de nosotros y qué podemos hacer para reforzarla. Para pasarnos a un modelo de desarrollo en el que, en lugar de tratar de aprovecharnos de la misma, nos integremos circularmente en su ciclo y hagamos que todo lo que podemos aportar como Humanidad, desde la responsabilidad y la innovación, redunde en beneficio de ambos.
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