Celia Cruz no tuvo una vida fácil. Pero decidió dejarnos “La vida es un carnaval”, un himno contra la adversidad que genera un entusiasmo contagioso:
Todo aquel que piense que la vida es desigual
Tiene que saber que no es así
Que la vida es una hermosura, hay que vivirla
Todo aquel que piense que está solo y que está mal
Tiene que saber que no es así
Que en la vida no hay nadie solo, siempre hay alguien
No hay que llorar
Que la vida es un carnaval
Y es más bello vivir cantando
No hay que llorar
Que la vida es un carnaval
Y las penas se van cantando
Esta primavera me perseguía esta melodía. Primero en una inesperada versión de Verde Prato en su concierto en Madrid. Y después de forma reiterada en el Little Havana de Miami. Y hay que reconocer que tararearla te da entusiasmo. Sobre todo cuando llega lo de “que la vida es una hermosura”.
Porque las canciones son trenes que nos pueden acercar a la felicidad. Canciones que son historias que son fiesta. Y la vida es una suma de buenos momentos que nos hacen olvidar las penas. Que se van cantando.
Somos animales emocionales. Como decía Daniel Kahneman, no tomamos decisiones en base a los números, lo que nos mueve son las historias.
Y aunque el calentamiento global nos debería unir en la adversidad, lo hemos convertido en sostenibilidad. Que no nos mueve ni entusiasma.
Quizás la sostenibilidad tiene un problema de marketing. No es ya que la palabra “sostenible” difícilmente entusiasme. Es que hemos definido la sostenibilidad en términos negativos. Como un conjunto de conductas a erradicar. Un mensaje de sacrificio, no de fiesta.
Más negativo que positivo. Más palo que zanahoria. Más abstracto que concreto. Más límites que posibilidades. Raz Godelnik, profesor de Parsons School of Design, habla de “propósito sin placer”, “cuando la diversión es el placer sin propósito”.
Decía Buckminster Fuller que “no se puede lograr cambios luchando la realidad existente. Para cambiar algo, hay que construir un nuevo modelo que hace el modelo actual obsoleto”.
Necesitamos las canciones y las historias que nos lleven a ese modelo. Al que parece que llegaremos no sólo por responsabilidad, sino porque nos espera una gran fiesta.
Porque razones para ilusionarnos no faltan.
Somos una especie afortunada. Nos ha tocado la lotería con el Planeta Tierra y sus condiciones para la vida. Marte es demasiado frío y en Venus hace demasiado calor. Y no tienen esta naturaleza. Además, lo hemos hecho mucho más confortable, tanto que tenemos más de lo que necesitamos, a veces haciendo peligrar esta suerte, ahí sí hay que tener cuidado.
También somos una especie creativa y social. Nos gusta crear y probar innovaciones, tanto que ya tenemos soluciones listas para enmendar la situación, como la economía circular o energías renovables que además cada día son más baratas. Y nos gusta pasar tiempo juntos. Y buscar razones para hacerlo. Cuando nos ponemos de acuerdo somos imparables.
Tenemos mucho que celebrar. Disfrutemos de lo que tenemos y lo que podemos hacer posible.
Sólo nos falta cambiar nuestra sensibilidad, valorar y cuidar esta suerte, y nuestros hábitos, ser un poco más conscientes de las decisiones que tomamos cada día y sus consecuencias. Celebremos las pequeñas cosas. Porque además nos sienta bien. El que le haya dedicado más tiempo a prestar atención a la naturaleza o haya adoptado hábitos menos consumistas sabe de lo que hablo.
Y añadir hitos que celebrar. Desplegar nuestra curiosidad y asombrarnos. Dando la bienvenida a las innovaciones que pueden mejorarnos la vida. Y que los que se dedican a su marketing nos cuenten de forma transparente su historia y por qué son maravillosas. Y que nos dejen de hablar de sostenibilidad. Porque son las historias auténticas lo que nos mueve.
Necesitamos las historias que sean los trenes que nos lleven a ese nuevo modelo. A disfrutar lo que tenemos e ilusionarnos con los cambios que nos pueden hacer vivir mejor. Y a ser posible en compañía. Frente a la abundancia, comedimiento. Frente a la basura, circularidad. Frente a lo material, lo social. Porque “en la vida siempre hay alguien”.
no es solamente la “data scientist” escocesa que mejor explica con datos que “esto no es el fin del mundo”. Con poco más de 30 años, es también parte de una generación que ha crecido escuchando un discurso negativo que no inspira contra la adversidad.Y plantea un dilema: Podemos ser la última generación. O la primera generación sostenible. La elección está clara: “la sostenibilidad no es un sacrificio, sino una oportunidad”, concluye. Pero tenemos que contar mejor la historia. Con una narrativa que entusiasme y que en lugar de centrarse en el problema lo haga en las soluciones.
Necesitamos canciones, historias, fiestas que nos transporten al nuevo modelo.
Celebremos cada día nuestra suerte. El futuro será una gran fiesta si nos lo proponemos. Porque la vida es una hermosura.

¡Espero que disfrutes de un verano con mucha hermosura!
Verdades Incómodas se tomará también un descanso, no sin antes traerte un resumen de la temporada y algunas sugerencias para leer este verano.
Excelente. Hoy hemos hablado de estas cosas en clase, se lo comparto a mis estudiantes
Qué importante es la narrativa que nos contamos, en esto son unos expertos los políticos, que dominan el relato como ninguno.
Es curioso que si buscamos en el cine o en la literatura novelas sobre futuros posibles, todas son distopías catastróficas.