En estos tiempos de “greenwashing” en que proliferan productos que se proclaman como sostenibles, pero no existen criterios establecidos sobre qué es un producto sostenible, se echan en falta garantías que lo justifiquen, o al menos pistas que nos faciliten valorarlo.
Para el productor, resulta atractivo identificar un producto como sostenible, ya que puede influir en muchas decisiones de compra, incluso permitir fijar un precio premium. Ello puede dar lugar a tentaciones para colgarse esa etiqueta sin justificación suficiente.
Para el consumidor, la incertidumbre sobre la sostenibilidad real de cada producto puede convertirse en un freno para cambiar sus preferencias de consumo, al no contar con la confianza suficiente en que sus buenas intenciones logren el impacto deseado.
En resumen, hay mucho ruido: Ni son productos sostenibles todos los que así lo cuentan, ni todos los que lo son lo cuentan. Necesitamos reglas que al menos nos puedan orientar. Mientras tanto, comparto algunas preguntas que pueden ayudarnos a incorporar la sostenibilidad a nuestras decisiones de compra.
Definiendo el concepto de “producto sostenible”
Como en muchos términos abstractos y forzados por la necesidad, a veces resulta más fácil definir qué es un “producto sostenible” por lo que no es.
Por ejemplo: una prenda de Shein, elaborada de forma cuestionable tanto a nivel social como medioambiental, con una vida útil efímera (con 3 puestas de media), difícil reutilización y generadora de residuos contaminantes. Con unos cuantos ejemplos así ya nos vamos dando cuenta que es fácil identificar qué productos no son sostenibles, y detectar señales de alerta.
Otro enfoque rápido es preguntar a nuestros asistentes de IA.
La definición de ChatGPT es bastante exhaustiva, incluso apabullante:
Un producto sostenible es aquel que se fabrica, utiliza y descarta de manera que minimiza su impacto negativo en el medio ambiente, la sociedad y la economía, tanto en el presente como en el futuro. Estos productos están diseñados para tener un ciclo de vida más largo, ser fabricados con materiales renovables o reciclados, minimizar el uso de recursos naturales y energía durante su producción, y reducir al mínimo la generación de residuos y emisiones.
La sostenibilidad en productos se puede lograr de diversas maneras, como utilizando materiales orgánicos, reciclables o biodegradables, diseñando productos modulares que puedan ser reparados y actualizados en lugar de desechados, optimizando el embalaje para reducir residuos, y eligiendo métodos de fabricación que sean menos contaminantes.
En resumen, un producto sostenible es aquel que busca equilibrar las necesidades actuales con la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer sus propias necesidades, minimizando el impacto ambiental y maximizando los beneficios sociales y económicos.
Gemini, por su parte, opta por una definición más sencilla:
Un producto sostenible es aquel que se ha diseñado, fabricado y utilizado de forma que se minimice su impacto ambiental y social.
Además, lo aterriza en implicaciones más concretas: ser eficiente en el uso de recursos, ser duradero, ser reciclable o biodegradable, ser producido de forma responsable y ser accesible para todos. Añade ejemplos genéricos de categorías de productos que considera sostenibles: botellas de agua reutilizables, ropa de algodón orgánico, muebles de madera reciclada o juguetes de materiales naturales.
Nuestros asistentes han hecho un buen trabajo en sugerir múltiples ejemplos y elementos a tener en cuenta, sobre la acepción de sostenibilidad como triple impacto, esto es, considerando tanto el impacto social como el medioambiental, y con foco en la minimización de impacto por distintas vías. Esto es, entendiendo por sostenibilidad hacer el menor daño posible.
Elegir productos sostenibles en tiempo real
Demos un paso más. ¿Qué pautas pueden ayudarnos a llevar estos elementos a nuestras decisiones diarias como consumidores, de la forma más intuitiva posible?
De hecho, estas decisiones no ocurren en abstracto: cualquier decisión de consumo supone una elección entre varias opciones. Un ”producto sostenible” no deja de ser una ficción, más bien lo que existe es una escala de sostenibilidad en la que podríamos ordenar todas las opciones posibles, y elegir aquella que mejor encaje en nuestra situación y preferencias concretas. Lo que necesitamos es contar con preguntas que nos ayuden a hacerlo, en tiempo real, en el momento de cubrir nuestra necesidad.
Para responder a la pregunta de qué impacto tiene un producto concreto sobre nuestro Planeta, e incorporarlo como un hábito en nuestro día a día como consumidores, la hemos transformado en 3 preguntas, que deben tener en cuenta 4 factores al responderlas. Aunque me voy a ceñir al impacto medioambiental, no hay que olvidar los elementos de impacto social en la reflexión que sigue.
Midiendo el impacto medioambiental
Normalmente el impacto medioambiental en términos de cambio climático se define por las emisiones de gases de efecto invernadero emitidas en el ciclo completo de un producto o servicio.
En ese sentido existen ya convenciones ampliamente aceptadas a nivel empresarial, como los 3 Alcances del GHG Protocol, que distingue entre primer, segundo y tercer alcance (según se asocien a la fabricación directa del producto, la energía consumida, o el resto de su cadena de valor y vida útil), cuya medición se espera se extienda en los próximos años. No es por tanto una solución que nos pueda servir hoy, en parte porque incluye muchos elementos difíciles de medir.
Además, centrarse sólo en emisiones no parece suficiente si lo que queremos es preservar el Planeta. Por eso también se atiende a la generación de residuos, inherente por ejemplo en la valoración de los efectos del plástico.
Tal vez la mejor forma de hacerlo sea pensando en términos de economía circular, y seguir la vida y rastro que deja cada producto: Si tomamos como punto de partida el ciclo “extraer-fabricar-tirar” de la economía linear o extractiva, todo lo que lo reduzca y por tanto fomente la circularidad y reutilización, será mejor para el medio ambiente. Ello encajaría con la insistencia de nuestros asistentes de IA en “minimizar su impacto negativo en el medio ambiente”.
Incluso podemos ir un paso más allá y priorizar aquellos productos que generen un impacto positivo fomentando la economía regenerativa. Esto es, que su uso y fabricación no sólo no sean extractivos sino que contribuyan a la regeneración del medio natural, por ejemplo mediante técnicas de agricultura regenerativa.
Por tanto, podríamos medir si un producto es sostenible basado en su impacto medioambiental medido en emisiones y efecto neto sobre el medio natural. Si bien la mayoría de los productos sostenibles se presentan como que hacen menos daño al medio ambiente (esto es, minimizan su impacto negativo en emisiones o residuos), lo cierto es que gracias a la economía circular y regenerativa pueden incluso tener un impacto positivo.
Llevándolo a cada decisión de compra, en 3 preguntas
Para hacer esta valoración de impacto de un producto de forma simple e intuitiva, podemos preguntarnos por su origen, vida útil y destino al final de la misma.
El origen es lo que más se suele mencionar y destacar al promocionar productos como “sostenibles”. Normalmente en base a sus materiales y el impacto generado en su proceso de fabricación.
El destino, o valor residual, también se menciona con frecuencia en dichas promociones. A mayor circularidad, mejor. Si puede reutilizarse, mejor que reciclarse. Sobre todo teniendo en cuenta que el reciclado es un proceso costoso y con un porcentaje reducido de éxito, que depende de la pureza y valor de sus materiales. De particular importancia es su destino final y que pueda reintegrarse en el ciclo de la naturaleza una vez termine su uso y aprovechamiento circular (esto es, que sea biodegradable).
La vida útil es crítica a la hora de determinar si un producto es sostenible, aunque no siempre se destaca lo suficiente. Si bien sí se hace en productos que requieren un consumo de energía continuado (como los coches o la calefacción), no suele recibir tanta atención en otras categorías. Aspectos como la durabilidad no son mencionados con frecuencia y son claves a la hora de reducir el ciclo extraer-fabricar-tirar y aprovechar al máximo los recursos. Durabilidad que no sólo viene dada por el origen del producto, sino también por el servicio de mantenimiento y reparaciones asociado al mismo. Una compañía preocupada en alargar la vida de sus productos está haciéndolos más sostenibles.
Pistas para responder a estas 3 preguntas
Hay factores de sostenibilidad que afectan a varias fases y nos pueden ayudar a responder a estas preguntas. En concreto, sus materiales, el diseño y la proximidad.
Aunque los materiales con los que se ha elaborado cada producto son destacados habitualmente como credenciales en origen del producto, su valoración debe hacerse en relación a toda su vida útil. No basta con materiales que minimicen su impacto en origen, es importante que lo hagan a lo largo de toda su vida útil, permitiendo que dure lo más posible, y su máxima reutilización o reciclaje cuando ésta termina. Buscar materiales de calidad, biodegradables y duraderos.
El diseño del producto no suele recibir la atención que merece, pero es fundamental de cara a su integración en la economía circular. Un diseño que atienda al futuro del producto y cuente con materiales separables y estandarizados puede marcar la diferencia de cara a su posible reutilización y reciclaje. De hecho, se estima que el 80% de las posibilidades de reciclaje se determina en la fase de diseño.
La proximidad entendida como productos locales o de cercanía no sólo tiene un impacto medioambiental derivado de una menor huella de transporte, sino que además tiene un impacto social claro al fomentar la creación de empleo local. Conviene aplicarlo pensando en su vida útil total, incluyendo mantenimiento, reparaciones… hay categorías en las que puede ser muy significativo.
Más sostenible todavía: ¿y si nos ahorramos la fabricación?
Hay 2 cuestiones previas que pueden ayudarnos a ser màs sostenibles al minimizar aún más el proceso de extraer-fabricar-tirar. Estas son ¿de verdad lo necesito? y ¿puedo reutilizar en vez de comprar nuevo?
En sostenibilidad menos es más siempre. Reducir el consumo innecesario es lo más sostenible.
De igual forma, cualquier fabricación produce emisiones, que se eliminan al reutilizar. No hay producto más sostenible que el que ya está fabricado. La segunda mano debería ser la primera opción para reducir nuestro impacto negativo.
Es más, muchas veces contamos con alternativas funcionales que no consideramos y nos evitarían adquirir más productos. Se habla incluso de la ironía de los “zero waste products: hay personas que compran “productos sostenibles” nuevos, por sus materiales o fabricación, pese a contar con objetos que pueden cubrir esa función. No se trata de tirar y sustituir, sino de generar el mínimo impacto negativo.
¿Son los productos de segunda mano siempre más sostenibles? En principio sí pero puede que nos encontremos excepciones, no por su origen sino por el impacto comparativo frente a otras alternativas a lo largo de su vida útil. Necesidades de mantenimiento y consumo, potencial regenerativo, impacto local… son consideraciones a tener en cuenta.
Que las apariencias no engañen
En definitiva, a los productos sostenibles se les conoce por sus actos, y no necesariamente por lo que cuentan. No nos basemos únicamente en las etiquetas o en características parciales y hagámosnos estas preguntas. No siempre el storytelling va ligado al impacto.
Hay productos con etiquetas “cero emisiones” que no se basan en el producto en sí, sino en mecanismos de compensación. En estos casos, hay que entender el impacto real del producto en sí, y ser consciente de que, en el mejor de los casos, implican un impacto negativo aunque se “neutralice” con un impacto positivo de otra manera, así como si dicha compensación es real.
En aquellos que se basan en un solo atributo para reclamar sus credenciales de sostenibilidad, como su origen o materiales, resulta importante preguntarnos también por su durabilidad y su destino final, y por tanto entender su impacto neto.
Puede que nos sorprendamos y algunos productos que se declaran sostenibles no pasen estas pruebas. Y que otros que no lo predican ni llevan etiqueta sí. Productos que están bien diseñados y fabricados, duran, son fáciles de reparar y mantener, tienen garantías y un servicio de atención que responde, facilitan su reutilización, y se integran en el ciclo de la naturaleza al final de su vida útil.
Tal vez encontremos productos novedosos diseñados de forma consciente, con la economía circular y regenerativa informando su ciclo completo de vida. Y también productos artesanales, locales, que crean empleo local y mantienen tradiciones. Desarrollemos un “sexto sentido” que nos permita incorporar a nuestro día a día estas decisiones y, con naturalidad y sentido común, disfrutar de una vida más sostenible.
Muy divulgativo y generoso en la explicación, por tanto 100% Chema!