“Me gustan los objetos usados que se han vuelto preciosos porque han sido apreciados muchas veces" (Antonio Machado)
Como vimos al buscar pautas para elegir productos sostenibles, la durabilidad, entendida como extensión de la vida útil de un producto, es clave para la sostenibilidad, al minimizar el ciclo extraer-fabricar-tirar de la economía lineal, que genera emisiones y residuos cada vez que se produce.
La durabilidad es con frecuencia la gran olvidada en conversaciones sobre sostenibilidad, habitualmente más centradas en el origen de los materiales o el consumo de energía. Sin embargo, el que los productos duren y se mantengan en lugar de tirarse tiene un efecto doble al reducir el volumen de fabricación necesario y la generación de residuos.
De hecho, sorprende que el que los productos duren, que tradicionalmente era considerado un sinónimo de la calidad de los mismos, haya perdido importancia entre los atributos de compra para muchos consumidores, más centrados en la novedad o la moda, o simplemente resignados a la obsolescencia programada.
Buena parte de la explicación es nuestra esquizofrenia como consumidores, esclavos del precio. Si compramos por oferta y tendencia, los incentivos a fabricar productos duraderos, que cuestan más, desaparecen.
Pese a la preocupación creciente con la sostenibilidad, en el mercado se sigue observando desde hace tiempo una tendencia a que los productos sean cada vez de menor calidad y duren menos, en buena parte por ajustarse a esa dinámica de precios bajos y necesidad percibida de estar a la última.
Recuperar la durabilidad como atributo clave de una buena decisión de compra no sólo tiene un impacto sobre la sostenibilidad de nuestras acciones como consumidores, sino que además sale a cuenta. Hay que comprar menos y mejor.
Menos productos de mayor calidad y durabilidad. Menos por fabricar. Menos emisiones y menos residuos. Ese es el círculo virtuoso.
Desaprender consumismo, aprender a comprar
Para ello es necesario que desaprendamos los hábitos del consumismo y volvamos a comprar pensando en que las cosas duren, y considerarlo al comparar precios. Aunque la durabilidad se traduzca en cosas distintas en cada categoría, priorizarla en nuestras decisiones de compra puede ayudarnos a cambiar el mundo con nuestro consumo.
La durabilidad es un concepto que afecta a toda la vida de un producto o servicio. No sólo la dan los materiales y fabricación, también la garantiza el fácil acceso a mantenimiento y reparaciones para extender la vida del producto. Un producto duradero puede cubrir la vida útil de varios que no lo son.
Moda que no pasa
La moda es seguramente el primer sector que viene a la cabeza al pensar en esta decadencia de la durabilidad de los productos. Hay un largo recorrido desde el canon tradicional de las prendas que “duraban toda la vida” hasta la media de 3 usos por prenda de Shein, pasando por la eclosión del “fast fashion”.
Si bien el fast fashion inicialmente tuvo beneficios igualadores a la hora de hacer más accesible la moda a todo el mundo (como acreditaba Kanye West a Zara), rompió el concepto de calidad asociado a que las cosas durasen. Recuperarlo es necesario en clave medioambiental e incluso social, más teniendo en cuenta los efectos secundarios del hiperconsumismo al que ha llevado.
Reivindicar la durabilidad como sostenibilidad es un buen principio, tal como ya están haciendo firmas establecidas como Adolfo Domínguez y nuevos proyectos como Minimalism Brand.
La apuesta de Adolfo Domínguez por la durabilidad está perfectamente capturada en su slogan “Sé más viejo”. Ellos lo resumen en que "lo sostenible es más duradero, así que realmente es más barato ya que, a la larga, compras menos”. Sin embargo, "esta sociedad de consumo nuestra ha logrado que, a menudo, lo más ético sea lo más caro. Puede que haya quien no haya entendido que merece la pena la inversión de dinero que implica optar por lo bueno y duradero".
Arrancando desde cero, Pepe Martin dirige Minimalism Brand, con el objetivo de que "todos los productos que haya en el armario duren en el tiempo". Ello implica renunciar a los ganchos habituales para el consumo masivo y optar por precios acordes a materiales y elaboración de calidad y diseños minimalistas que aguanten el paso del tiempo.
De hecho, que los productos duren más puede ser también compatible con cambiar de ropa, incluso para los fans del fast fashion. Gracias a la economía circular, los productos duraderos pueden gozar de nueva vida gracias a plataformas de segunda mano como Vinted, circular merchants como Percentil o servicios de alquiler de ropa como Ecodicta. Y lo mejor de todo, a precios más asequibles, ofreciendo una alternativa al beneficio igualador que destacaba Kanye West.
Prendas de poca calidad presentan mucho más desgaste tras varios usos, por lo con frecuenciia ni son directamente aceptadas en dichas plataformas. De igual manera, su utilización final de cara al reciclaje es mucho más limitada, eso cuando no presentan mayores problemas medioambientales debido a los materiales sintéticos que se han utilizado. Las prendas duraderas, en cambio, no sólo permiten un mayor número de usos sucesivos, sino que posibilitan su reparación o upcycling previas al reciclaje.
Mantener y reparar
La garantía de poder contar con un servicio de mantenimiento y reparaciones a lo largo de la vida del producto es un factor clave para que dure, y algo que deberíamos tener en cuenta al comprar un producto nuevo.
Patagonia ha liderado a nivel global la apuesta por la sostenibilidad y duración de los productos desde su anuncio “No compres esta chaqueta” en el Black Friday de 2011. De forma práctica, ello se traduce en facilitar el cuidado y reparaciones para extender la vida útil de sus productos, facilitado mediante guías y vídeos y un servicio de reparaciones.
Aplicando esta filosofía, Minimalism anima a llevar la prenda al costurero del barrio y enviar el coste de la reparación para emitir una tarjeta regalo por su importe para el siguiente pedido.
Una economía basada en la duración de los productos, primando la conservación, el mantenimiento y las reparaciones sobre la fabricación innecesaria, puede tener no sólo un impacto medioambiental sino también social, con la creación de puestos de trabajo y el desarrollo de ecosistemas locales más cercanos al consumidor.
Un excelente ejemplo es United Repair Center, proyecto en Holanda que emplea a refugiados para reparar ropa y que ya ha alcanzado acuerdos con marcas como Patagonia, alargando la vida de las prendas y permitiendo a sus clientes pasar de consumir a cuidar. El sueño de su CEO, Thami Schweichler, es hacer que las reparaciones sean algo atractivo y que así “la sostenibilidad sea accesible para todo el mundo”.
Otros sectores, como la electrónica de consumo, donde la obsolescencia programada nos ha llevado a la generación de “chatarra electrónica”, demuestran que este es un problema generalizado que requiere soluciones urgentes a múltiples niveles. Gracias a la acción de grupos de consumidores, regulaciones recientes como el “derecho a reparar” van forzando el replanteamiento de modelos de negocio insostenibles tanto medioambiental como socialmente.
Hacer los productos más duraderos es imprescindible para reducir tanta producción innecesaria y responder a la alerta social provocada por los vertederos de basura generados por la sobreproducción.
Rescatar lo mejor del pasado
Apostar por la durabilidad es volver a los valores tradicionales de sociedades que eran conscientes de la escasez y hacían un uso más responsable de los recursos del Planeta. Objetos que incluso pasan de generación en generación, en su caso reparados o adaptados. Y que ganan valor al venir acompañados de una historia.
Lo resumen bien Adolfo y Adriana Domínguez: “si lo pensáis, esto del consumo masivo es una degeneración reciente de la historia que nace, en realidad, después de la Segunda Guerra Mundial. Antes la gente no se moría por acumular cosas. Deberemos corregirlo”.
Gracias por leer Verdades Incómodas
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José María, muy interesante artículo y una reflexión muy necesaria. Hoy precisamente estaba haciendo deporte y comentando con un amigo que el polo que yo llevaba tiene la friolera de 34 años. Marca Yves Saint-Laurent. Lo llevo desde los 15 y me gusta tanto que lo he usado mucho durante todo este tiempo. Es verdad que está algo descolorido, pero la calidad del tejido es tal que debe llevar unos 500 lavados. Y ahí sigue. Recuperemos el valor de lo bueno. Valoremos calidad y durabilidad. El polo, que era muy caro en su día, ha resultado muy, muy barato.