¿Está ayudando Greta Thunberg a salvar el Planeta?
Sin pretensiones de celebrar un juicio, ni de personalizar (Berta se ha convertido en un símbolo que representa a multitudes que hablan y se comportan como ella), no es una pregunta fácil de responder.
Sin duda Greta ha ayudado a crear urgencia y visibilizar el cambio climático. Pero también, tal vez sin haberlo pretendido, ha llevado el problema del cambio climático a un posicionamiento que no necesariamente acelera una solución.
Sobresimplificar una narrativa del cambio climático que apunta culpables, jaleada por los medios, puede no ser la forma más efectiva de abordar un problema con base científica y cuya solución requiere mucho más que palabras.
Un discurso legítimo en cuanto a las causas, la frustración por el deterioro acelerado del Planeta, pero sobresimplificado en cuanto a qué podemos hacer, repleto de “noes” a posibles alternativas y más centrado en perseguir culpables que en escuchar soluciones. No parece el mejor camino para salir de un problema de tal magnitud.
Un discurso que ha generado una polarización que ha dado alas a los negacionistas y se ha trasladado al debate político. Que incluso lleva a algunos a pintar la necesidad de hacer frente al cambio climático como una maniobra del comunismo, e ignorarlo como solución liberal. Que ha facilitado la emergencia de un fundamentalismo climático que dónde hay un hecho científico crea una cuestión moral. A ambos lados del debate.
Esto plantea un problema para los que estamos genuinamente preocupados por buscar soluciones para superar este reto. Dificulta ser escuchados en medio de tanto ruido.
El cambio climático cuenta con suficiente respaldo científico. Así como nuestra capacidad de influir como Humanidad, no sólo para mal, sino también para bien. Resolverlo es más complejo de lo que nos cuentan, pero herramientas como la tecnología y el sistema económico ofrecen un número creciente de alternativas. De igual forma que volamos a la Luna o hemos reducido la pobreza extrema del 36% al 9% en menos de 30 años, podemos solucionarlo.
Conseguirlo depende de que nos lo creamos y actuemos. La solución no vendrá de los negacionistas. ¿Puede venir de los “activistas medioambientales”?
El reto es que no existe un activista medioambiental en abstracto. Luchar contra el cambio climático significa diferentes cosas para distintas personas. Llamemos así a cualquiera que no sólo se preocupa sino que actúa para lograr avances.
The Economist animaba en esta portada a “abrazar postes y no árboles”. Reflejaba el problema de una parte del activismo medioambiental: quererlo todo sin ofrecer nada a cambio, con argumentos más morales que prácticos y enfocados a la solución del problema, resumidos en un “no queremos energías fósiles pero tampoco que se instalen postes para la energía eólica o placas solares”.
diferencia de forma muy gráfica 2 tipos de activistas medioambientales: los progresivos y los regresivos. Mientras los progresivos creen en el poder de la innovación y la tecnología para resolver los problemas medioambientales, los regresivos se aferran a una visión sobresimplificada en la que el capitalismo y los mercados son los culpables del cambio climático y “la naturaleza es intocable”, negando echar mano de la ciencia y la tecnología para buscar otras alternativas.Estos activistas regresivos pueden llegar a planteamientos tan radicales como implantar controles de la natalidad para salvar el Planeta. Es como talar un bosque para evitar que se incendie. No es de extrañar que algunos se asocien a sistemas totalitarios.
Nadia Asparouhova mapea las “7 tribus del clima”. Su punto de partida es que, mientras los medios posicionan el clima como una creencia empujada por un grupo homogéneo, en realidad se trata de un fenómeno más complejo, para lo que define grupos entre los activistas climáticos. Destaca igualmente cómo este colectivo se está enriqueciendo con personas de amplia experiencia profesional que deciden dedicarse a la lucha contra el cambio climático porque les preocupa y creen que pueden aportar soluciones.
Denomina a estas tribus “Energy maximalism”, “Climate urbanism”, “Climate tech”, “Eco-globalism”, “Environmentalism”, “Neopastoralism” y “Doomerism”. Las cuatro primeras podrían calificarse como progresivas, las tres primeras enfocadas en el poder de la tecnología como solución (con foco en energía, urbanismo y emprendimiento respectivamente) y la cuarta en la regulación. En el extremo contrario, los “doomers” y “neopastorales” adoptan visiones subjetivas que no ven solución dentro del sistema actual y se manifiestan con emociones entre la rabia y la resignación. Los “environmentalists” materializan sus visiones pesimistas en teorías como la justicia climática o el degrowth. En esta tabla las sitúa en 5 dimensiones relevantes:
Curiosamente son los “doomers” la tribu que con más frecuencia eligen los medios al referirse a activistas medioambientales. Tribu que incluye a Greta Thunberg como una de sus referentes.
Mirar al activismo medioambiental desde estas ópticas nos abre los ojos: No existe una lucha contra el cambio climático única, sino muchas, con distintos planteamientos y soluciones. Y cada uno podemos elegir la que más nos represente. Mejor aún, una combinación de varias, coherente con la magnitud del problema, buscando sumar y sin caer en fanatismos. Sin embargo, hay una característica que las diferencia entre sí: su orientación a la acción.
No basta con parar y prohibir, hay que fomentar y acelerar. Si queremos reducir la dependencia de los combustibles fósiles, sin quedarnos sin energía en casa (algo a lo que nadie quiere renunciar), necesitamos acelerar el desarrollo de energías alternativas y eliminar limitaciones y retrasos.
Si eres un niño, como Greta cuando se dio a conocer y se ganó tantas simpatías, puedes limitarte a quejarte y pedir a otros que resuelvan el problema. Si eres un adulto, eres parte del problema y debes convertirte en parte de la solución.
Esto no va de esperar. Ni de culpar a otros. Tampoco parece haber una varita mágica. Lo que sí que hay es numerosas soluciones que pueden sumar juntas. No sólo tecnológicas - es también mucho lo que podemos hacer como consumidores responsables y cuidando la naturaleza. En cuanto más recursos y atención les dediquemos, mejor funcionarán y se extenderán.
Hay que reconocer que es mucho lo que podemos conseguir. Y aceptar que podemos marcar la diferencia. Pero tenemos que creerlo y actuar ya.
Combatir el cambio climático requiere urgencia y acción. Pero no lo conseguiremos sin el optimismo como elemento diferencial. Necesitamos los tres elementos: Aceptar que podemos conseguirlo, pero a la vez no caer en la ingenuidad. Aceptar que va a requerir esfuerzos, sacrificios y soluciones imperfectas y transitorias.
Hay que agradecerle a Greta que despertase a tanta gente y nos haya recordado nuestra responsabilidad, llamando a la urgencia. Necesitamos activistas que nos lo recuerden. Pero que a la vez apuesten por soluciones que construyan, aprendiendo de cómo hemos superado otros retos similares como civilización. Para ganar el futuro, necesitamos ser optimistas y pasar a la acción.
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Parafraseando a Christiana Figueres: "Soy una optimista obstinada"
Gracias por compartir Jose, me ha gustado mucho tu entrada!