Dicen que las semanas pasan lentas pero los años pasan rápidos. Aunque parece que tenemos todo el tiempo del mundo, cada día cuenta.
Si queremos influir sobre la dirección a la que apunta el mundo, ejercemos nuestro voto en las urnas. Aunque sólo sea una vez cada varios años y entre opciones limitadas, por lo que con frecuencia nos resignamos a elegir “la menos mala".
Pero hay otra forma en la que podemos votar por el mundo que queremos cada día: con nuestra cartera.
Tu acción como consumidor te permite “votar” cada día qué tipo de mundo quieres. Sin intermediarios. Y entre una gama amplísima de opciones. Incluida la de consumir menos.
Cada vez que realizamos un acto de consumo estamos votando por el modelo de sociedad que queremos. No lo he descubierto yo. También lo dice Greenpeace: consumir “es un acto tan político como votar: decides qué tipo de empresas quieres para el futuro de nuestro país, nuestra sociedad y nuestro planeta”. Todos podemos ejercer este poder.
Nuestras opciones de compra llevan una historia detrás y escriben un futuro: cómo se han fabricado, cuánto van a durar, qué uso efectivo les daremos… Qué huella van a dejar sobre el Planeta y las personas que se cruzan en su camino.
¿Nos damos cuenta del poder de nuestro consumo? ¿Lo estamos aprovechando?
De forma misteriosa, nos cuesta llevar un concepto tan sencillo a la práctica.
Aunque puntualmente surgen iniciativas de boicot negativo y positivo a productos, castigando con “palos” o premiando con “zanahorias” a productos y marcas según su impacto, se trata más de latigazos activistas que del resultado de una actividad racional y sistemática.
No es que no haya habido intentos por facilitarlo. Los californianos Carrotmob lo intentaron convertir en movimiento hace 15 años sin éxito. Hoy mismo contamos con numerosas apps que incentivan “las buenas acciones”, pero tampoco parece que consigan fidelizar fácilmente.
¿Qué dificulta que ejerzamos nuestro poder como compradores de la misma forma que apoyamos con nuestros “likes” mensajes e iniciativas en redes sociales? ¿Por qué queremos prohibir las energías fósiles pero no nos pasamos a las renovables? ¿Por qué nos preocupa el cambio climático pero seguimos comprando en Shein?
Una vez más, son nuestros hábitos. Tenemos que domar los impulsos y ser conscientes de nuestro poder para comprar igual que votamos: incorporando criterios sobre cómo estamos construyendo el mundo que queremos. Y practicar mucho. Que es lo que cambia hábitos.
Compremos con otros ojos. Imaginemos que al PVP le acompañan un precio para el planeta y otro para la sociedad (como propone el “triple marcaje” de la Fundación Knowcosters). Preguntemos a cada producto por su origen, destino y vida útil antes de comprarlo. Tengámoslo en cuenta y votemos. Practicando y practicando nuestros hábitos de compra cambiarán. Como cuando entrenamos para mejorar en un deporte que va a hacer bien a nuestra salud.
Nuestro consumo puede ser el voto para el mundo que queremos. Con la secreta satisfacción de ver cómo la suma de decisiones diarias hace que el año cunda mucho y los cambios se compongan rápidamente. Sólo tenemos que votar cada día.