Hace varios años, tomé la decisión de crear Gratix. Lo hice convencido por la urgencia de impulsar un cambio como sociedad, que nos hiciera conscientes de que ejercer nuestro poder como consumidores podía ser el arma más poderosa para cambiar el mundo.
Lo hice tras más de diez años en Google, dónde lideré parte de la estrategia de desarrollo del internet móvil a nivel internacional, y una carrera de muchos años iniciando cosas: el arranque de Internet en España desde McKinsey, el desarrollo de startups desde Netjuice, los medios interactivos desde Telecinco, el emprendimiento social apoyando a Ashoka… Con Gratix me proponía apalancar lo mejor de todos estos aprendizajes para lograr un propósito tan superior como necesario.
Gratix era una respuesta al modelo actual de consumo, en el que compramos cosas que no necesitamos y que apenas usamos y muchas veces acabamos tirando o almacenando sin más, sin considerar la huella ecológica y humana que dejamos. Convencido de que este modelo de consumo es insostenible social y medioambientalmente, y que el consumismo como modo de vida tampoco nos hace felices, Gratix surgía como la plataforma para hacer posible un Movimiento para regalar lo que no se usa y pedir lo que se necesita. Un revulsivo para cambiar hábitos y pasar a compartir más y desperdiciar menos.
No lo conseguimos. Pese a servir como plataforma para compartir de una comunidad de 200.000 personas y convertirnos en una parte importante de la vida de muchas, no fuimos capaces de lograr autosuficiencia financiera ni impactar de forma masiva en la sociedad. Sin embargo, aprendimos mucho intentando conseguirlo.
Hoy, sigo pensando que el objetivo que nos movilizó sigue siendo plenamente vigente y necesario, incluso más que cuando empezamos. La amenaza del cambio climático es cada día mayor, como demuestra el que 2023 probablemente se convierta en el año más caluroso del que se conservan registros. Y, pese a la multitud de declaraciones y buenas intenciones, como sociedad no somos capaces de cambiar con la urgencia que requiere la situación.
Necesitamos convicción colectiva para impulsar un cambio drástico en nuestros hábitos: no basta con sentirnos mejor con actos simbólicos, que son insuficientes para lograrlo y que incluso pueden ser contraproducentes si nos crean la ilusión de que podemos conseguir algo sólo con avances anecdóticos.
Para vencer necesitamos cambios profundos. En estos años se han producido avances esperanzadores en campos como la economía circular y la innovación tecnológica y energética. Pero el tamaño del reto hace necesario que se produzca en muy poco tiempo un cambio exponencial en cómo consumimos, producimos y crecemos.
Por ello, he decidido continuar con este viaje para contribuir a la reinvención de cómo sociedad y empresas podemos lograr un impacto medioambiental y social. Necesitamos un nuevo modelo de consumo y crecimiento sostenible que lo haga posible.
A dicho viaje me acompaña el bagaje acumulado en esta trayectoria, pero también el reconocer que “sólo sé que no se nada”. El reto del cambio climático, sus efectos y lo que tenemos que entender para hacerle frente es tan enorme que me he dado cuenta que lo primero que tengo que hacer es seguir aprendiendo y no dar nada por sabido.
Por ello he decidido, desde la humildad del aprendiz, compartir las revelaciones, dudas, preguntas y retos que me vaya encontrando. Con la curiosidad como guía y el propósito como norte.
Te animo a que me sigas y hagamos el viaje conversando. En cuanto más compartamos, más sumaremos. Que las ideas nos lleven a la acción, y la acción a dejar huella. Entre todos podemos conseguirlo.