Ya está aquí el último modelo
Ahora en más colores
Y en gris, y en otro gris
Con menos puertos y más cámaras
Todo por un precio asombroso
Tan nuevo que te hará bailar
Tan nuevo que te lloverán los amigos
…
Así empieza este anuncio de Backmarket. La magia de la publicidad concretando ideas. Desemboca en un delirante “Nadie puede parar esta locura por lo nuevo”. Vale la pena verlo.
Se cierra con una llamada a “dejarles con lo nuevo” y pasarse a la tecnología renovada: “Ahorras en precio y reduces el impacto en el Planeta”. Sin duda buenas razones para desengancharse de esta “locura”. ¿Por qué nos cuesta tanto?
Nuestro cerebro tiene parte de la culpa. La neurociencia sugiere que la novedad nos atrae tanto porque, por razones evolutivas, siempre nos mantenemos alerta ante posibles riesgos. Encontrar la novedad libera dopamina, que nos produce un efecto inmediato de satisfacción. Y pide más.
Nuestra economía y su ciclo de innovación continua lo capitalizan. Y no es que la innovación sea mala. A ella debemos los avances que han llevado al Planeta a un nivel de bienestar sin precedentes. Pero el que, como consumidores, “nos volvamos locos por lo nuevo” comprando compulsivamente, no es bueno.
Compramos productos que no necesitamos porque son nuevos. Incluso aunque no hayamos sentido antes la necesidad. ¿Una freidora de aire? Como antes las 'raclettes', los robots aspiradora, las cafeteras de cápsulas o las panificadoras… En muchos casos ni los llegamos a usar una vez comprados, o con suerte lo hacemos una o dos veces. ¿Cómo resistirnos a lo que no necesitamos?
No es fácil decir no. No son sólo necesidades que no tenemos. Incluso las que creemos cubiertas, satisfechos con lo que tenemos, están amenazadas por “lo nuevo”. La obsolescencia programada, tanto tecnológica como comercial, con nuevas versiones y lanzamientos, acaba con la vida útil de nuestras compras y nos hace sentir mal por no estar a la última.
Esta “locura por lo nuevo” acaba por dejar en un segundo plano la calidad de los productos y centrarse en producir más, para que podamos comprar más cosas nuevas que pronto podamos reemplazar por otras, más nuevas aún. No es de extrañar que los mismos productos tienen hoy menos calidad que hace unos años.
Tenemos que empezar a pensar menos en lo nuevo. Y más en lo bueno. Sobre todo, cuando tanta cosa nueva en nuestras vidas ni siquiera nos produce felicidad.
El mejor momento de una mala compra es el de la compra. A partir de ahí nuestra satisfacción empieza a bajar. La dopamina no garantiza felicidad duradera. La compra responsable de un producto que nos resuelve una necesidad y está fabricado para durar, sí nos puede hacer disfrutarlo y sentirnos cada vez mejor.
Y tanto nuevo tampoco es bueno para el Planeta. Alimentar el ciclo de extraer-fabricar-tirar agota recursos, genera emisiones y hace de la Tierra un basurero.
¿Podemos controlar nuestra dopamina? ¿Podemos plantarnos y “dejarles con lo nuevo”? Darnos cuenta de cuándo algo es bueno, sea o no nuevo, y cuando compremos, hacerlo con cabeza. Ya hay gente que lo está haciendo, encontrando valor en vivir con menos cosas, en cosas que duran, en la segunda mano y el vintage… Y les gusta. ¿habrá cambiado lo que les genera dopamina?
¿Y la felicidad? Mejor que no dependa de lo que compremos…
¡Gracias por leer Verdades Incómodas!
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